Este es un pequeño relato que he decidido publicar para que todo el mundo pueda leerlo. Es algo que escribí para una persona especial. Estaba en un momento en el que no se valoraba. Me apetecía compartirlo. Decidí titularlo Perfecta.

Perfecta

Hay momentos que te cambian la vida. Todos sufrimos, todos cambiamos. Podría empezar a contar las historias que me hicieron cómo soy, pero no es eso de lo que quiero hablarte. Ya está bien de hablar de mí. Hoy toca hablar de ti.

Sé que no soy nadie para dar consejos, que no sé nada sobre ti. Jamás te he visto llorar, ni reír. Tampoco sufrir ni disfrutar. A lo mejor ni siquiera sé quién eres. Pero déjame decirte que ya es suficiente.
Puede que se burlaran de ti en el colegio. Puede que te llamaran gorda. O solo flaca. Puede que te miraran con desprecio. Puede que te hicieran creer que serían tus amigas para siempre. Puede que incluso creyeras que él estaría a tu lado hasta el último de tus días.
No tengo derecho a decirte esto, pero perdónales. Eran críos.

El pasado duele en el presente. Y también afecta al futuro. Pero no permitas que ellos tomen tus decisiones. Ni ellos ni su recuerdo. Aprendiste a evitar mirarte en el espejo por su culpa. O tal vez no fueran ellos, sino el cabrón que se aprovechaba de ti. El que te decía que te quería cuando solo se pensaba en sí mismo. Seguramente fue ese el que te enseñó a creer que eras una mierda, que no valías nada. Ese que te trataba como un objeto y que cada palabra que escupía de su boca tenía la única función de manipular.
No sé tus historias. No sé si quieres contármelas y no sé si me las merezco. Ni siquiera sé si puedo ayudarte. Voy a intentarlo. Siempre digo que las palabras pueden llegar a cambiar el mundo. Lo sé, porque han cambiado el mío.

Quiero decirte que no importa lo que pasó. Duele, sí. Aprendimos y seguiremos aprendiendo de cada experiencia el resto de nuestras vidas. Cuando llegue esa noche en la que nos sintamos vulnerables, nos volveremos a acordar de ese momento que cambió nuestro rumbo, y volveremos a llorar. Así son las cosas y no pretendo cambiarlas. Pero cuando nos levantemos por la mañana, podemos ser fuertes.

Cuando nos miremos al espejo, antes de lavarnos los dientes, seremos capaces de recordar que no importan las cicatrices, ni los michelines, ni esos pelos que salen donde nadie se los espera. Ni siquiera ese grano imprevisible al que nuestros amigos ponen nombre. No importa nada de eso, porque al mirarnos, veremos una historia. Un libro escrito por nosotros mismos. A lo mejor no es un libro cojonudo. De hecho, el mío sería bastante aburrido, plagado de noches en casa y tardes sin salir. Aun así, es el nuestro. Alégrate al ver tu libro. Siéntete orgullosa de haberlo escrito.

Dejemos de pensar en nuestros defectos. Olvidémonos de nuestro reflejo, de lo que la gente ve en nosotros y disfrutemos más de los pequeños placeres de la vida. Es fácil decirlo, pero empecemos por explotar burbujas, arrugar papeles y tirarlos a la papelera. Lo que sea que nos haga sentir bien.
No es sencillo. Cuando miremos atrás, veremos demasiados recuerdos dolorosos. Algunos verán sangre, otros cuernos, otros la guadaña. Cada persona tendrá sus historias y con los años seguirá teniendo cada vez más. Vemos en televisión cada día que la vida es maravillosa, y sí que lo es. El problema es que se olvidaron de avisarnos de que también puede doler. Y duele mucho.

Pero hazme un favor: cuando te mires al espejo, recuerda que eres bonita. En todos los sentidos. Tal vez tú misma no lo veas. Por eso te pido que lo recuerdes.