Hace unas semanas, en una entrevista para el blog de una librería llamada Libro en Blanco, me hicieron una pregunta muy curiosa que quisiera compartir con ustedes. La pregunta era cómo es el día a día de un escritor en una Feria del Libro.

Ellos saben perfectamente que esa pregunta es perfecta para mí. Soy un escritor que va a todas las que puede, todos los días que puede, y en el horario más amplio que puede. Vamos, que me lo curro.

Seguramente, muchos de los que me están leyendo, me conocieron en una de esas ferias, con mi sonrisa de oreja a oreja y un poco de valor para hablar con desconocidos. Y por cierto, mi sonrisa no era así antes, hubo que pasar por un laaaargo proceso de ortodoncia, resortes, pegamento, titanio… Pero cuando se me ve por ahí, muchas veces es difícil imaginar lo que hay detrás. Ahí es donde quiero llegar. El mundo de los escritores ya es duro, pero las ferias del libro puede que aún más.

Yauci Fernández en la Feria del Libro de Santa Cruz 2016

Este soy yo haciendo el tonto en la Feria del Libro de Santa Cruz 2016.

Este es un día en una Feria del Libro cualquiera:

P- ¿Les cuentas a nuestros lectores cómo es el día a día de un escritor en una feria del libro?

R- En mi caso, primero me levanto de la cama y me doy cuenta de que se me ha hecho tarde. Tampoco pasa nada porque, como no soy famoso, no hay nadie esperando por mí. No me gusta llegar tarde, pero es que se me pegan las sábanas. Adoro mi cama, es uno de mis grandes defectos.

Al llegar a la caseta, me siento en la silla. Si acaso tengo silla, claro. Depende de qué Feria del Libro sea, con qué librería firme y con cuántos autores comparta caseta, que esta es una historia muy larga también. Espero a que pase gente que se pare a mirar el libro y poder contarle de qué va. Probablemente esta es la parte que más valor requiere, porque tengo que hablar con desconocidos, decir cosas como «Hola, soy el autor, ¿quiere usted hacerme un poco de caso?». Tengo que destacar que soy el autor, aunque parezca un poco absurdo. Estar en una mesa con unos cuantos libros, llevar una camiseta con la portada y un Roll-up de dos metros detrás con mi foto y la portada otra vez no son pistas suficientes para que la gente entienda que todas esas páginas las escribí yo.

Hay que aguantar, también, que de vez en cuando te respondan mal. De vez en cuando, te preguntan el precio de algún libro que hay en la caseta, y tienes dos opciones: remitirles al librero correspondiente, o mirar la contraportada y decirles tú mismo el precio. Yo ya opto por lo segundo, a ver si consigo que alguna librería vea mi buen hacer y decida contratarme para ganar algo de dinero, porque con esto de escribir…

Cuando viene algún testigo de Jehová, nos intercambiamos los discursos. A veces alguien, al leer que soy psicólogo, me cuenta su vida y yo asiento con la cabeza. Aproximadamente la mitad de la gente me dice que quiso estudiar psicología. La otra mitad, dice que también estudió psicología.

Firmas en la Feria del Libro de Santa Cruz 2016

Aquí estoy yo firmando junto a Felipe Ortín, maravilloso autor con el que da gusto firmar.

De vez en cuando, firmo algún libro. De vez en cuando, también me sacan los colores y me pasan cosas increíbles como que aparece alguien que se ha leído todos mis libros y se muere de ganas por sacarse una foto conmigo. Una vez una chica casi se pone a llorar al verme… También pasan otras cosas maravillosas como que me invitan a comer o a un café. De hecho, aunque no lo crean, ¡a veces la organización también nos trae una botellita de agua de 33 cl!

Cuando estoy cerca de casa, después del almuerzo, voy y me echo una siestecita. O a veces hasta en el coche, pero eso es un secreto. Incluso, en ocasiones, como bocadillos en los asientos de atrás. Cuando me despierto, me doy cuenta de que se me ha hecho tarde, pero tampoco pasa nada porque a las cinco de la tarde nadie compra libros, o eso me digo a mí mismo. Y, desde luego, nadie estará haciendo cola para que le eche una firmita.

Después de estar o bien pasando un calor inmenso o bien un frío que pela, ya se hace tarde y no viene casi nadie. Entonces sigo ahí, en mi sitio, esperando. Con silla o sin ella, con sol o lluvia. Con un poco de suerte firmo uno o dos libros más, y luego me voy a casa calculando que ese día he ganado, si eso, diez o quince euritos. Recordemos que los autores con editorial ganan un 10% del precio total del libro, así que si no vendes 30 ejemplares, vas a irte a casa jodido si haces los cálculos. Me doy cuenta de que ganaría más rebuscando en las cabinas de teléfono de mi ciudad, y eso que ya casi no hay.

Entonces veo que es muy jodido vivir de esto, me planteo qué estoy haciendo con mi vida y me dan ganas de llorar, pero me animo pensando que las cosas irán mejor al día siguiente. Y vuelta a empezar. No, en realidad no lloro, y también me animo pensando que a lo mejor alguna de las personas que le ha sacado una foto a la portada para luego comprarlo en eBook, lo compre. Nunca pasa, pero siempre queda la ilusión. Luego pienso que a lo mejor ese día no me rentó demasiado, pero que para el futuro, ese trabajo será útil y marcará la diferencia de poder dedicarme a escribir o no.

Aunque no lo parezca, se suele pasar bien en las ferias. Si no hay vídeos míos bailando es porque no tengo paparazzis.

Otro día hablaré de qué pasa en una Feria del Libro cuando jutntas a tres autores o más en la misma caseta. Ya voy avisando de que saltan chispas…

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Y, por si quieres leer el post original de la entrevista, aquí te dejo el enlace. Estos del Libro en Blanco son buena gente.